Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención en la cultura japonesa es la religión. Los japoneses son mayoritariamente budistas y shintoístas, aunque hay también un pequeño grupo de cristianos. Por lo que he visto hasta ahora, la religión está muy presente en pequeños detalles cotidianos: en la entrada de las casas suele haber animales "guardianes", en otras también hay portales y mini-santuarios, y estos días sonaron varios avisos de bomba por todo el pueblo en conmemoración de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki (momento para rezar).
También he podido ver un ritual religioso al completo, se trata del obon, unas fiestas que se hacen en verano para honrar a los muertos (algo así como Todos los Santos). Durante el obon, las almas de los muertos van a las casas de sus familias para visitarles. Los familiares les homenajean de distintas maneras. Lo primero que hicimos fue ir a uno de los muchos cementerios que hay en el pueblo, a la tumba (ohaka) del abuelo de Hiroyo. Esta parte del ritual se parecía bastante a lo que había visto en España: los familiares limpiaron la tumba y pusieron flores. Luego encendieron varillas de incienso y fueron llevándolas y rezando uno por uno en la tumba. Hiroyo me dejó pasar con ella y le imité: puse una varilla de incienso encendida y junté las palmas de las manos e incliné la cabeza (manera de rezar de los japoneses, muy parecida a la nuestra, aunque lo hacen muy rápido, yo creo que no cabe un padrenuestro). Hiroyo no reza oraciones (que las hay, sutras budistas) sino que pide un deseo. Me estuvo contando que los budistas y los shintoístas rezan de distinta manera: los budistas frotan un poco las palmas de las manos antes de juntarlas y ponerse en actitud orante; y los shintoístas dan dos palmadas y luego juntan las palmas. Qué curioso...
Sonido del santuario
Al día siguiente hicimos otra ceremonia en casa de los padres. Allí tenían guardadas en un armario unas tablillas funerarias (ihai) con los nombres de sus antepasados. Los días del obon, sacaban estas tablillas y las ponían en un altar en un sitio especial de la casa. Un monje venía a rezar a las tablillas. Aprovechando que quería conocer a los familiares, me fui para la casa de los padres y estuve cotilleando. Tenían una habitación especial, muy decorada, con el koto de Hiroyo, donde habían puesto un pequeño altar. Esta sala la utilizaban para reuniones de negocios y ceremonias de este tipo. Muy distinta de nuestros "salones para las visitas", sin embargo. Había incienso, cuencos de agua, ofrendas de frutas y unas bolitas como de dango (arroz glutinoso). Mientras esperábamos al monje, una sobrina de Hiroyo que hablaba algo de inglés me explicó que los muertos tenían un nombre de difunto distinto al que habían tenido en vida. Junzô (padre de Hiroyo), por ejemplo, iba a cambiar una parte de su nombre que significa "tercero" para que significara "primogénito". Por lo visto, la mayoría de las veces es el monje el que te pone el nombre de muerto, que es el que se graba en el ihai y en la tumba. Me pareció super curioso.
Por fin, cuando ya estaba cansada de ver el béisbol por la tele, llegó nuestro querido ossan (palabra cariñosa para monje). Estaba rapado y llevaba una túnica oscura. Pasamos a la habitación especial y nos sentamos en el suelo. El monje golpeó un cuenco tibetano y una especie de tambor de calabaza varias veces, como para coger ritmo, y empezó a recitar una letanía en sánscrito. Creo que estuvo diez minutos cantando y golpeando la calabaza rítmicamente, parando sólo para coger aire. Me impresionó mucho, lástima que no lo haya grabado! Cuando terminó, el monje se tomó un té frío con nosotros, y me preguntó cómo eran los rituales religiosos en España. Le expliqué que los curas decían unas palabras sobre Dios y todos respondían "amén" y se santiguaban. Era majete, la verdad. Después nos fuimos a comer en familia a un restaurante del pueblo (menudos udon, qué buenos estaban!).
No pude sacar fotos del altar de la familia de Hiroyo, pero he puesto fotos de un altar y unas ihai de un templo.Creo que a Hiroyo le tocó ir alguna vez más al cementerio a rezar, pero yo no estaba por la labor de levantarme a las cinco de la mañana esos días (si conseguía dormir hasta las seis, me daba con un canto en los dientes). El obon terminó el lunes pasado, y fuimos al santuario a llevar unas varillas de incienso. Nos quedamos hablando en la puerta (como siempre, pregunto todo lo que veo) y el ossan del otro día nos vio y nos invitó a pasar, algo poco habitual. Nos enseñó la sala donde tenían todos los ihai de las familias del pueblo. También nos estuvo explicando las estatuillas que habían sacado a la entrada: una serie de señores sentados, una vieja desnuda, y en un altar, un señor con un espejo y la cara roja. Delante de ellos había más ofrendas de pastelitos y fruta, y por todas partes había papeles con caligrafía. Os pongo una foto de otro templo, para que os hagáis una idea del espacio. Hay que descalzarse para entrar. La foto de debajo es del templo Seiraku-ji, donde vimos las estatuillas.
Según nos explicó el ossan, las estatuas representaban a las deidades con las que se encontraban las almas al morir. Primero se encontraban con la vieja desnuda, obaasan, que les quitaba la ropa y los dejaba "como vinieron al mundo". Luego se iban encontrando con esos señores que véis sentados, que les iban juzgando. El quinto en aparecer era Enma-sama, el de la cara roja, que es "gran dios", y lleva un espejo en el que el muerto ve reflejada su vida y todos sus actos, buenos y malos. Enma-sama se encarga de juzgar si vas al paraíso (rakuen) o al infierno (jigoku). El resto de deidades no recuerdo qué hacían...
La verdad es que el monje emanaba serenidad y fue muy atento con nosotras. Nos regaló un abanico caligrafiado y todo! Recuerdo que le pregunté qué le había impulsado a hacerse monje. Me contó que su padre era monje antes que él, y que lo había heredado. Estaba casado y tenía una hija, a la que me presenté en mi rudimentario japonés. Me sorprendió gratamente ver que los monjes budistas se pueden casar y tener hijos; aunque por lo que me dijo Hiroyo, sólo los hombres lo hacen, ella no sabe de ninguna monja budista que se haya casado. Ah, y también le pregunté al monje que cómo hacía para estar rezando tanto tiempo seguido, y me contestó que respirando con el diafragma. Os dejo con una grabación de lo que sonaba en el templo.
Y esto es todo en lo que respecta a los budistas. Unos días después, aprovechando una excursión a Ena, pasé por un santuario shintoísta y no me resistí a ver de cerca esa puerta roja que había divisado desde la carretera. La puerta se llama torii y es un símbolo de los santuarios shintoístas.
Aunque se distinga por el torii y las banderillas rojas, el templo shintoísta tiene muchos puntos en común con el budismo, por lo que vi. Agua para lavarse las manos, animales guardianes (zorros o kitsune con pañuelos atados al cuello), campanas y templos de madera con tejados salientes a dos aguas. El templo shintoísta estaba cerrado, pero tenía una pequeña tiendecita de artículos sagrados. Compré una bolsita para tener un buen viaje y también un papelito de la suerte. El papelito me pronosticó la mejor de las suertes, pero a condición de que tratara bien a mis padres... ¡vaya, vaya! No soy nada creyente, pero he de admitir que el papelito dio en el clavo. Lo até a unas barras que había en el templo para que se hiciera realidad. También toqué la campana y deseé volver a Japón cuando hubiera aprendido el idioma.
Campana
He podido visitar unos cuantos templos en este viaje. Siempre que entro, me sorprendo: no están hechos para ser visitados todos los días, no hacen misa, como las iglesias cristianas. Y no tienen tanta decoración como nosotros, por lo menos los que he visto, eran más bien austeros. Tenían budas, alguna deidad, vasijas y muebles decorados, muchas telas y papeles caligrafiados... un rollo muy diferente. Los monjes y las mujeres con las que he hablado (esposas e hijas del monje en cuestión) han sido siempre muy amables con nosotras. Hiroyo me dijo, la última vez, que había sentido el wabisabi, que por lo visto es algo así como una serenidad que emana de las cosas austeras e imperfectas. A mí todas estas cosas me parecen curiosísimas, mientras que a Hiroyo le dan un poco igual. Estuve hablando con ella hace un par de noches sobre el tema de la religión y parece que la misma fascinación que tengo yo hacia Japón la tuvo ella cuando estuvo de visita en España. Me contó que una vez había ido a misa, y había besado al Niño Jesús, y que para ella eso había sido una experiencia increíble. ¡Que le habían impresionado tanto las luces, las estatuas y las canciones, que se había echado a llorar! Vaya, vaya... admito que el tema de la misa lo tenemos bien montado.
Le estuve haciendo algunas preguntas más. Aparte del tema de rezar, que lo he comentado al principio del artículo, también me ha explicado cosas de los monjes, las monjas y el sentimiento de los japoneses. Para empezar, el cargo de monje se hereda de padres a hijos. En seguida me surgió la pregunta "¿y si el hijo no tiene fe y no quiere ser monje?" Por lo visto, es bastante estricto eso, porque Hiroyo me dijo que esos chicos se convertían en "malos monjes". Segunda pregunta, ¿y las hijas, pueden heredar el cargo? No igual que los hombres. Hiroyo me dijo que las monjas -amasan- solían ir a los templos grandes para apoyar a los monjes con las tareas, pero que normalmente no había ninguna que fuera "directora" de ningún templo. Le pregunté por qué y me dijo que algunas de las tareas del monje eran muy duras para una mujer. Igualmente, las esposas de los monjes suelen ayudarles en las tareas (por ejemplo, ayer la mujer del ossan del templo nos lo enseñó, porque su marido estaba ocupado). Y, mientras que la mayoría de los ossan se casan y tienen hijos, las amasan por lo general no lo hacen. Hiroyo no me ha sabido decir si es que tienen un voto que se lo prohíbe, como en España, o es sólo una continuación del machismo japonés. Es una de las cosas que menos me gusta de su sociedad, que pese a su desarrollo tecnológico y económico, sigan siendo tan machistas, además de homófobos. Creo que en eso nos llevan veinte años de retraso... aunque ya comentaré más sobre ese tema en otra entrada.
Por último, le pregunté si los japoneses eran muy religiosos. Por lo que me contestó, creo que la situación está más o menos como en España: la gente mayor es más creyente, hay algunos practicantes pero no son mayoría, y los jóvenes tienen poco interés por la religión. Con la diferencia de que shintoísmo y budismo se dan la mano (el templo que hemos visto hoy en Kyoto tenía ambos tipos de santuario), mientras que España somos más separatistas. Y con esto termino la entrada de hoy. Os dejo con una pequeña curiosidad japonesa, no sé muy bien si es algo religioso o una superstición, pero desde luego es algo común. En las entradas de las casas y negocios, acostumbran a poner figuritas de animales que supuestamente traen felicidad, buena suerte y clientes. Os dejo con algunos animales guardianes:
Manekineko
Gato de la suerte, con su patita atrae a los clientes (y al dinero). Suele estar en las tiendas y restaurantes. También es típico en China. Los hay de todas formas y colores; por supuesto, me he comprado uno :3
Tanuki
Especie de tejón con los huevos muy grandes. Se supone que puede transformarse en cosas y en humanos. Hay una película muy maja de Studio Ghibli sobre los tanukis llamada Pompoko.
Kitsune
En nuestra cultura el zorro se asocia con la astucia y a veces con la mezquindad; pero no es así para los japoneses. Es un animal mágico y tiene poderes tanto buenos como malos. En este templo, los fieles le han puesto unos pañuelos y creo que tiene algo que ver con el éxito en los negocios.
Fukurô
En la foto, el búho tiene un cartel al lado que dice irasshaimase, "bienvenido". La palabra fuku de fukurô significa "felicidad". He comprado unos cuantos para repartir felicidad a mis amigos de España. Todas las fotos eran mías, menos esta imagen, que está sacada del blog dailyglimpsesofjapan.blogspot.com.es